miércoles, 24 de marzo de 2010

Poesía mapuche en la Ciudad: Eliana Pulquillanca Nahuelpan




Eliana Pulquillanca Nahuelpan, una joven mujer de la zona de San José de la Mariquina, en la parte sur costera del Wallmapu.

Ha escrito desde hace años y recientemente publicó “Azul Gris Palabra e Imagen Mapuche en la ciudad”, que narra fundamentalmente el sentimiento y el pensamiento de una mujer mapuche en el mundo urbano, a menudo hostil y negador de su identidad.

El libro tiene una interesante colección de poemas escritos en español y traducidos al mapudungun por el peñi que tanto aporte ha hecho a la difusión de la lengua, Víctor Cifuentes. Además el libro contiene una selección de fotografías digitalmente intervenidas que resultan muy atractivas, siendo varias de ellas piezas visualmente, bastante logradas inspirada en el mismo motivo: costumbres y personas mapuche interviniendo la ciudad.

Acá dos poemas de su autoría en su versión bilingüe:


Rünganmapu puke fochüm

kimlafi nga lafken

pu rüngatukurafe ñi puke yall

Rüngatukurafe nga tañi puke yall engün

püratukelafingün ta triwe foyenorume

lefküyawkingün ta weluchürachi pütüke rüpümew

pütrükonyechi rüngan mew nga

amulnefingün ta mongen

Pu rüngatukurafe ñi puke yall nga

mulungküley trufür mew ñi ange engün

angküley ñi piwke engün

ayüwküyawingün welu

afüngkaley chazi mew ñi nge engün

Fey enga tañi kollpiku püle engün

ümüñküley ta mapu.


Hijos del Socavón

La mar no conoce

a los hijos del minero.

El minero y sus hijos

no trepan Laurel ni Canelo.

Corren por laberintos

en profundos socavones

pulsan la vida

Los hijos del minero

tiene el rostro empolvado

sediento el corazón

la sonrisa amplia

los ojos teñidos de sal

Y en su norte

la profundidad de la tierra.


Ruka

Tüfamu purangi pañilwe

tremkey ta trome

tremey , nüwfünpürakey

ñamku reke kintuyawul-lu ñi ilo

fachi trufür lemuntu mew

türpu llükalenon ka petu múñawülün epew tañi pu

mellfü mew llenga

Tüfamu nga ellkanietañi püllü ngachi kallfü chüngkür

fey pengen ngey nga waria ñi kashü lelfün

ka wüño zañewtuy nga pu choyke

wüñotuy nga pangi tañi trokiñ mew

llengi taiñ pu püñeñ

Santiaw Chile

rumel nga mülepemum ta pu mapuche

Kuyfi mew nga ayelefuy ta mapucho

fey ruka kay küme anülefuy tañi inapüle


Ruka

Aquí en medio de los fierros

crece la totora

crece, se empina

cual águila buscando su carne

en este bosque de polvo

sin miedo y con epew en los labios.

Aquí el círculo azul guarda su espíritu

y se aprecia la planicie gris de la ciudad

Los choike vuelven a anidar

el Pangue a su manada

nacen nuestros hijos

Santiago de Chile

habitado por mapuches desde siempre

Antiguamente el mapocho sonreía

y la ruka descansaba en sus orillas.


Autora
Eliana Pulquillanca Nahuelpa

sábado, 13 de marzo de 2010

EL RESPIRO DE LA TIERRA/ FEY NEYEN TA NAG MAPU

La Tierra respira, grita, toce, se comunica y libera algo que no hemos sabido descifrar aún. Hay que dejarse de mirar hacia arriba y hay que volver la vista hacia el suelo, donde ponemos los pies, donde vivimos y nos alimentamos. Así podremos construir algo así como un país justo, bello, alegre y amable, sin miedo a los temblores y sus saqueos. Lleno de vida y colores, música y silencio, olas y lagos, cordillera y mar, abrazados entre araucarias iluminadas de sabiduría y paz ancestral.

Por Javier Karmy*

Siento que no ha dejado de temblar desde el 27 de febrero aquel. Fatídico, lleno de errores humanos y de desolación. Desde ese entonces han pasado muchas cosas en muy poco tiempo.

Innumerables renuncias, cambio de gobierno, promesas innumerables, actividades culturales que se comienzan a gestar tan solo para seguir ayudando y, por supuesto, la oficial ayuda desde la Fundación Teletón, Un Techo Para Chile y esos empresarios que salieron a lavar la imagen de sus abusadoras y contaminantes empresas.

Tal vez solo como anécdota, mencionar que al ingresar a un supermercado a días del terremoto que asoló el sur los voluntarios estaban afuera, en las puertas del súper. Cuando la gente ingresaba ellos entregaban una lista, en el fondo diciendo “si quieres donar, compra lo que está en la lista que te pasamos”. Al salir del supermercado, otros voluntarios con carros recepcionando la compra. Para mi gusto, eso es el neoliberalismo más extremo y descarnado. En vez de donar algo que haga sentido y que esté en tu casa, basta ahora con ingresar a cualquier supermercado y comprar dos en vez de un paquete de arroz, por ejemplo, y así quitarse la culpa e incluirse en la lista de los solidarios.

También mencionar lo ocurrido en el mega evento “Chile ayuda a Chile”. Primero, hace tiempo que no le creo ni a la Fundación Teletón ni a Un Techo para Chile, porque entrevisté a Felipe Berríos y a la directora ejecutiva de Teletón, Mónica Casarejos para que explicaran cómo era que dichas instituciones decidían recibir dineros de Barrick Gold, la dueña del cuestionado proyecto binacional Pascua Lama. En ese momento Berríos lo negó, y Casarejos explicó que tenían un método de selección donde solo se asociaban con las empresas socialmente responsables. Después, firmaron el nefasto “Compromiso Atacama”, donde varias instituciones y fundaciones reciben hasta hoy el dinero de Barrick Gold.

Sin embargo, duele mucho más, que para lograr la meta su utilice a la gente que sufre y está abatida e incluso, desorientada. Es un show donde la palabra solidaridad es sobreutilizada y donde el dolor ajeno se transforma en dona-acción en los televidentes que aportan y, en los empresarios que se muestran tan compungidos y dispuestos a reconstruir Chile. Debieran ser más transparentes y simplemente transformar la palabra solidaridad en misericordia o derechamente en pena.

En “Chile ayuda a Chile” la red privada de telefonía funcionaba, la misma que las primeras 12 horas luego del terremoto estuvo inutilizable. Claro, es que ahora era para hacer contactos en directo en televisión con las sedes de los bancos Santander y de Chile –que se unieron por primera vez para hacer esta cruzada solidaria (eso lo aprendí por repetición).

Los empresarios –que hoy se denominan emprendedores- se pusieron a contestar los llamados ante las cámaras en los primeros minutos de la Teletón, es decir, cuando había una audiencia considerable. Un Jean Paul Luksic y Somerville rieron junto al cura Tupper cuando Mario Kreutzberger se confundió y los presentó con el nombre cambiado. Ahí se quedan contestando el fono para mostrar lo humano que son estos emprendedores de las empresas más importantes del país. Si bien esto no se trata de dinero, es importante saber que en el caso de Jean Paul Luksic, obtuvo $US667.7 millones de dólares en utilidades netas el año 2009. Es decir unos 346.840 millones de pesos con minera Los Pelambres, Michilla y El Tesoro. Y los 4 hermanos Luksic donaron 2.700 millones de pesos.

El otro emprendedor que sale a la palestra es Piñera, ahora de Presidente de la República. No ha designado a un número importante de funcionarios públicos en el país pese al estado de urgencia en que dice que estamos y pese a que se jactaba de tener a los mejores. Piñera, quien según cuenta, votó No en el plebiscito de 1989 pero que hoy gobierna con el sector más duros de la derecha (Lavín, por ejemplo), y que se da el gusto de lanzar claveles al mar a los desaparecidos. O sea, se nos confunde todo. Qué diría una Gladys Marín, o un Volodia…

Foto para la historia es de Piñera en Constitución haciendo un Cabildo Abierto, cual demócrata, y luego lanzando claveles al mar… ¿y sus Axxiones Señor Presidente?

En fin, dejando un poco la contingencia de lado, creo que si hay algo a lo que le tenemos miedo es a perder el sustento, la tierra, donde damos los primeros pasos de niños y donde nos entierran tras la muerte. Por eso temblamos cuando hay un sismo, porque le tenemos pánico a no tener dónde pisar. La Tierra respira, grita, toce, se comunica y libera algo que no hemos sabido descifrar aún.

Pero en la zona devastada, el mar entró bañando las costas por donde pasan los camiones con maderas de pinos y eucaliptos de Celulosa Arauco y Constitución o MASISA, que tienen la zona del centro sur desertificada producto de este monocultivo.

Ya en Cobquecura la costa recibía un ducto lleno de desechos tóxicos que amenazaba la subsistencia de los lobos marinos. Por eso el mar no entró en Cobquecura, porque la gente lo ha defendido por años.

Hay que dejarse de mirar hacia arriba y hay que volver la vista hacia el suelo, donde ponemos los pies, donde vivimos y nos alimentamos.

¿Qué sacamos con mirar hacia arriba si se nos mueve el suelo? Es tiempo de escuchar a la Tierra e ir en ayuda de quienes sobrevivieron y no tienen casas. Es tiempo de no caer en shock y reconstruir el ánimo de la gente y juntos con alegría levantar las ciudades. Es tiempo para pintar, dibujar y construir ecobarrios, pueblos sustentables ecológicamente, y donde la verdadera solidaridad prime sobre la caridad y el capitalismo desenfrenado. Así podremos construir algo así como un país justo, bello, alegre y amable, sin miedo a los temblores y sus saqueos. Lleno de vida y colores, música y silencio, olas y lagos, cordillera y mar, abrazados entre araucarias iluminadas de sabiduría y paz ancestral.

* Integrante del Colectivo de Acción contra Pascua Lama y Editor de Ecoterritorios.

La comunidad perdida

Chile tiene hoy una oportunidad histórica de enmendar el rumbo, reconociendo dos fracturas que han quedado en evidencia tras el terremoto. La primera es la fractura económico-social que provoca una desigualdad de la cual los mapuche y los pueblos originarios somos una muestra palpable si de índices de desarrollo económico se trata. La segunda fractura tiene relación con la propia identidad del país.

Por Wladimir Painemal


Arremete el mar, se abre la tierra, cunde la desesperación; se acerca la muerte a pasos ahogantes, el individuo corre tropezando buscando aire, vaciando sus pulmones a gritos. Nunca ha sentido esa sensación de soledad tan brutal, no sabe cómo pedir ayuda en medio de tanto desastre que lo rodea; no aprendió a saludar a su vecino, no sintió la enfermedad ajena, día a día alimentó solitariamente su ego de ganador. Sin embargo, ahora siente que necesita ayuda urgentemente, su mundo se derrumba y no sabe si pedirla a Dios o a esos desconocidos que corren esta madrugada junto a él en una maratón del “sálvese quien pueda”.

El emprendedor solitario no tiene un centavo en los bolsillos, todo quedó en su tarjeta de crédito, la misma que no puede cambiar por un pedazo de pan ni menos transformarla en una tabla salvadora. Su cuerpo palpitante de solidaridad va comprendiendo lentamente que jamás aprendió a compartir, nunca entendió eso que algunos llaman comunidad, siempre relacionó la palabra comunero con unos indios del sur, atrasados y prehistóricos, y no con el concepto de solidaridad. Mientras se ahoga en el amanecer piensa en las zapatillas de 100 lucas que no le sirvieron para correr a ningún lado y en el celular de 400 que no le sirvió para llamar a nadie.

Viendo las imágenes de televisión no podemos quedar indiferentes al sinnúmero de testimonios angustiantes. El dolor más grande pareciera no estar en lo material, sino en el abandono, en la falta de solidaridad, en la impotencia ante el pillaje del propio vecino. Sin embargo cabe preguntarse: ¿de qué nos extrañamos si durante 20 años los valores individuales han sido fomentados en Chile como una verdad casi incuestionable? Ante la tragedia se asoma la añoranza de un país más solidario, se nota un dejo de nostalgia de los tiempos antiguos, tiempos de vecindad, de barrio, de comunidad, aquellos espacios que le brindaban soporte moral a la conducta de todos y cada uno; ¡si hasta los ladrones tenían entonces su moral! solo le robaban a los ricos, jamás a los suyos. Moral de ladrón, pero moral al fin y al cabo. ¿Existió esta comunidad alguna vez en Chile? Y si la hubo, ¿cuándo se perdió?

En un país impactado por la reacción de la gente frente a la catástrofe, donde el pillaje y la autodefensa de la “propiedad privada” marcaron la tónica, pareciera cobrar sentido la palabra “comunero/a”, aquel representante de lo que se conoce hoy como la comunidad mapuche rural. “Comunero”, el mismo que despierta los miedos más profundos de las empresas forestales del sur, aquel “sujeto-problema” de las instituciones públicas y objeto de persecución y estigma por parte de las instituciones policiales. Denostado por su naturaleza colectiva, el “comunero/a” es el objeto de la política pública que busca transformar a toda costa a los mapuche en “emprendedores individuales”. Política pública influenciada por un modelo económico neoliberal que prioriza la individualidad por sobre lo colectivo, al consumidor por sobre el ciudadano, la competencia por sobre la reciprocidad.

Chile tiene hoy una oportunidad histórica de enmendar el rumbo, reconociendo dos fracturas que han quedado en evidencia tras el terremoto. La primera es la fractura económico-social que provoca una desigualdad de la cual los mapuche y los pueblos originarios somos una muestra palpable si de índices de desarrollo económico se trata. La segunda fractura tiene relación con la propia identidad del país. Chile emerge en el siglo XIX como Estado. La construcción de la “nación chilena” sería -y es hasta hoy- una tarea pendiente, inconclusa, con poco futuro si se sigue pensando a semejanza de Inglaterra y dando la espalda a su profunda identidad originaria. No se trata que los chilenos se transformen en mapuche o aymara. O que estos últimos se hagan finalmente chilenos. Más bien que unos y otros aprendamos a reconocernos y valorarnos en nuestra diferencia. Así se construye comunidad.

La actitud de la gente para interpretar el fenómeno también nos debe llamar la atención. Que Dios nos envíe estas calamidades tiene mucho sentido para el mundo religioso cristiano, pero en esta oportunidad se responsabilizó también a la naturaleza. Puede haber varias interpretaciones al respecto, solo me quiero referir a dos. Una de ellas es la que se define en términos de su individualidad social frente al mundo, pero también en su nula relación con los fenómenos de la naturaleza, como si las acciones del ser humano sobre ella no existieran, no importaran. La segunda interpretación es aquella que daba la líder pewenche Berta Quintreman, tan solo días antes del terremoto en un programa de televisión: el grave daño provocado por las represas en la zona del Alto Bio Bio tendría sus consecuencias. Lo advirtió la ñaña frente a la incredulidad -y las sonrisas- de todos.

Dos maneras de interpretar un mismo hecho. ¿Podrán reconciliarse ambas miradas?, ¿será capaz el mundo cristiano de comprender el valor del conocimiento cultural mapuche sobre la relación de los hombres con la naturaleza? Vale entonces preguntarse por la reconstrucción material, pero también por la reconstrucción social, cultural y política del país, mucho más profunda que cualquier reposición de infraestructura derrumbada. ¿Cómo se generan nuevas legitimidades, nuevos rumbos, en un país que no tiene clara su identidad, que no está reconciliado con su pasado y que reniega de su composición indígena? El dolor del alma de Chile no se resolverá con Teletones ni con batallones de militares patrullando calles donde reina el descontrol. Se requiere una revisión crítica acerca de lo que es Chile, de su pasado, presente y futuro. Solo así, mapuches y chilenos, podremos enfrentar y compartir algún día nuestros dolores como pueblos hermanos.


* Su autor es antropólogo. Subdirector de Azkintuwe.

LINK: http://www.azkintuwe.org/marz098.htm

Fuente: Clarín

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